viernes, 30 de marzo de 2018

Hitler: Georg Elser y el inquebrantable destino del Führer

Georg Elser, la fascinante historia del artesanal y pionero atentado de la cervecería de Munich contra Hitler




Johan Georg Elser

De los diversos intentos de atentados que se propusieron acabar con la vida de Adolf Hitler sin duda el más conocido es el que perpetró el coronel Claus von Staufenberg con la implicación de importantes personajes de la política y el ejército alemán. Sin embargo, si hay un atentado que llama la atención por el tesón, la preparación artesanal y por lo cerca que estuvo de conseguir su objetivo es el llevado a cabo en Munich el 8 de noviembre de 1939 por Johan Georg Elser.

Elser era un ciudadano alemán de ideología cercana al socialismo y al comunismo (en 1928 se afilió a la Asociación de Combatientes del Frente Rojo), que había trabajado como tornero, como carpintero y ebanista y que tenía conocimientos de relojería. Poco a poco y a medida que el nazismo con su ideología xenófoba y anticomunista iba escalando hacia el poder único e indiscutido en Alemania y hacia una conflagración mundial, se convenció de que la única forma de evitar que su país se viera abocado a un desastre sin precedentes era terminar con la vida del principal causante de la situación, Adolf Hitler.

A medida que esta idea se iba afianzando en el cerebro de Elser, dos cuestiones se le revelaron como claves para que el magnicidio tuviera éxito: la primera era que debía trabajar solo, porque debido al brutal número de delatores y confidentes que los nazis tenían entre la población, hacer partícipe de sus planes a otras personas suponía un serio riesgo de que llegaran a oídos de la Gestapo; la segunda era que el éxito del atentado pasaba en gran medida por una planificación llevada a cabo muy cuidadosamente y con mucha anticipación respecto de su ejecución, porque Hitler se encontraba siempre rodeado de un enjambre de guardaespaldas por lo que acercarse a él sería imposible, lo que hacia necesario que el artefacto utilizado para atentar contra él se encontrase colocado en el lugar elegido con mucha antelación a la fecha prevista para su puesta en marcha.

Con estas premisas, Elser vio su oportunidad de actuación en un acontecimiento que meses antes de celebrarse contaba con la segura presencia del Fuhrer: la celebración anual del aniversario del fallido putsch de Munich de 1923, que se celebraría el 8 de noviembre de 1939 en la cervecería Bürgerbräukeller de la capital bávara.


La cervecería luego del atentado

Sus conocimientos de carpintería y relojería fueron muy útiles para sus propósitos y para aprender lo necesario sobre la manipulación y manejo de explosivos se empleó durante un tiempo como cantero en Könningsbronn y se dedicó a robar explosivos de la fábrica de armas donde trabajaba.

En los meses previos a la fecha del atentado y tras visitar en varias ocasiones la Bürgerbräukeller, Elser decidió que la mejor opción era colocar el explosivo dentro de una de las columnas de la cervecería cercanas al estrado desde el que Hitler daría su discurso. Esta ubicación y la seguridad de que los máximos dirigentes del partido nazi se encontrarían cerca de su líder en tan señalada ocasión garantizaba que el atentado acabase con la vida de la plana mayor del Estado. Además, según las previsiones de Elser, era más que probable que la fuerza de la explosión derribara el tejado de la cervecería sobre los asistentes a la reunión.

Con una tenacidad y una puntillosidad increíbles Elser se escondió noche tras noche durante varios días en los aseos de la Bürgerbräukeller al cierre de la misma y trabajó en la columna elegida para horadar un hueco donde colocar la dinamita y el detonador que fijaría la hora de la explosión; su meticulosidad le llevó no sólo a limpiar diariamente los restos de su trabajo nocturno y forrar la columna de un revestimiento de madera del mismo color que la columna, sino incluso a forrar interiormente este revestimiento de una plancha de acero para evitar que sonara a hueco.

De esta forma sus trabajos pasaron totalmente desapercibidos y el día 6 de noviembre todo se encontraba dispuesto; faltaba fijar el momento exacto de la deflagración en el detonador y Elser decidió que la mejor hora eran las nueve y media de la noche. Pensó que el gusto de Hitler por los largos discursos y el hecho de encontrarse con sus más antiguos y queridos camaradas (los del putsch de 1923) harían que la intervención de Hitler se alargase hasta tarde.

Tras comprobar que todo estaba dispuesto y que su escondite no había sido detectado, el día del atentado Elser dejó Munich con intención de huir a Suiza y recibir allí la noticia del éxito de su plan.

Sin embargo, aunque la explosión se produjo y causó ocho muertos y decenas de heridos (el techo de la cervecería efectivamente se derrumbó como consecuencia de la onda expansiva), ni Hitler ni ningún jerarca nazi resultaron afectados por el atentado, porque tras un discurso inusualmente breve del líder todos ellos habían abandonado la Bürgerbräukeller antes de la hora prevista por Elser y se encontraban en un tren de vuelta a Berlín cuando se produjo la deflagración.

El atentado causó una reacción de rabia y alarma en los dirigentes del partido que se plasmó en un impresionante despliegue policial para detener a los responsables del mismo. Elser no tuvo tiempo de librarse de este dispositivo y fue detenido en un bosque fronterizo cerca de Constanza antes de poder llegar a Suiza. En su poder se encontraron una postal de la Bürgerbräukeller, partes de la maquinaria de un reloj y un pequeño detonador de aluminio, lo que le convirtió rápidamente en sospechoso del intento de magnicidio.

Tras seis días de intenso interrogatorio Elser confesó ser autor del atentado; lo que la Gestapo no consiguió fue que implicara a otros cómplices, pues consideraban increíble que tan magna catástrofe la hubiese causado una sola persona. Incluso trataron infructuosamente de conectar a Elser con una operación contra espías británicos que se desarrolló en esos días… pero esa es otra historia.

Elser fue condenado a muerte, aunque la sentencia no se ejecutó inmediatamente. De hecho por una trágica ironía, tras pasar por los campos de Sachsenhausen y Dachau fue ejecutado en este último el 9 de abril de 1945, menos de un mes antes del suicidio de Hitler y de la rendición de Alemania.



Curiosidades de la Historia

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