miércoles, 15 de octubre de 2014

G6D: Un análisis de Jauretche

ENSEÑANZAS DEL CONFLICTO ISRAELÍ 
Por Arturo Jauretche

En una nota publicada en "Azul y Blanco", que coincidió con la aparición de la desgraciada Ley de Hidrocarburos, sostuve que la coyuntura del conflicto árabe-israelí ofrecía una oportunidad para juzgar una estrategia propia en el problema del petróleo. Pero esto supone una concepción soberanista de la política y no una concepción ideológica, que es la habitual, hija de la falta de estrategia o, mejor dicho, de la aceptación de que la Argentina sólo puede realizar una política apendicular ya que sus motivaciones no son las de su propia concepción política, sino la de las grandes metrópolis que marcan alineamientos en función de sus intereses, encubiertos bajo la máscara ideológica.

Creo oportuno ahora, continuando ese pensamiento, mostrar cómo los acontecimientos del Cercano Oriente han variado la situación en esa neurálgica zona del abastecimiento petrolífero. Aparentemente la Unión Soviética en su respaldo a los países árabes ha perdido una partida. Vamos a analizar la nueva situación para ver quién efectivamente ha perdido. Para esto se hace necesario desentrañar un conjunto de situaciones.

Resulta evidente que la actitud de Egipto amenazando con la destrucción del Estado de Israel y con la guerra inmediata era un "bluff" de Nasser cuyo destinatario no era el aparente. De otra manera, resulta inexplicable la sorpresa y la inoperancia de los árabes ante la brusca y eficacísima operación de su adversario potencial. Nasser no creyó ni remotamente en la rápida reacción israelí, que le permitió colocarse como agredido, recogiendo en cambio todos los frutos de una efectiva agresión que aparece ampliamente justificada como acto defensivo. Israel recogió el "bluff", que simplemente tendía, con el pretexto de la guerra, a afirmar el predominio de Nasser y posiblemente terminar con la estructura feudal de Transjordania y la Arabia Saudita.

La derrota de los árabes importa aparentemente la derrota de la Unión Soviética en su política de apoyo a los mismos. Pero otra cosa ocurre si se considera en una perspectiva más amplia la situación del Cercano Oriente. Recordemos la actitud de los Estados Unidos en el anterior ataque al Canal de Suez conducido por Inglaterra, Francia e Israel. En ese momento Estados Unidos interviene decididamente para restablecer el statu quo. ¿Por qué Estados Unidos buscó el mantenimiento de ese equilibrio siendo que sus aparentes intereses y sus simpatías estaban mucho más cerca de Israel, de Francia y de Inglaterra? ¿Por qué, habiendo apoyado y promocionado el desarrollo de Israel, Estados Unidos se opuso a la expansión de su ahijado?



Es que para Estados Unidos, Israel es sólo un enclave en el Cercano Oriente y una cabecera de puente para el caso de una emergencia extrema que ponga en peligro el abastecimiento de petróleo. Su política tiende a la consolidación del Estado de Israel, pero no a la creación de una especie de Vietnam en el Cercano Oriente, pues un estado de conmoción permanente deterioraría la función abastecedora que sólo puede cumplirse de una manera práctica en la paz. Por consiguiente, Estados Unidos no podía desear, y mucho menos alentar, la alteración del statu quo, aunque fuera a favor de Israel, en cuanto implica la perspectiva que tenemos delante: un estado de guerra y convulsión que tenderá a hacerse endémico. Con este criterio actuó cuando el Canal de Suez.

En cambio, esto le puede convenir a Rusia por la misma razón que no le conviene a Estados Unidos. El primer fruto que recoge es la pérdida de posición de Nasser en el mundo árabe, y el alza paralela del predicamento de Siria y de Irak, que son los países árabes, cuya conducción sale valorizada del acontecimiento. Siria e Irak están más radicalizados que Egipto, y Rusia prefiere tratar con ellos, a negociar constantemente con un líder de inmenso prestigio que sólo es un aliado eventual que practica una política propia. Son mejores aliados por cuanto la influencia soviética puede hacerse valer en ellos con mucha más eficacia que en Egipto. Al mismo tiempo la declinación de Nasser y el fracaso de la "guerra santa" como instrumento de realización nacional para los árabes autoriza a suponer que, establecido un carácter de guerra permanente y convulsional —así sea fragmentaria— se producirá la rápida radicalización del movimiento pan-árabe. Una cosa es actuar sobre el mundo árabe a través de Nasser, que moverse sobre afinidades socialistas que abren la única perspectiva de lucha continuada, o de un estado de incertidumbre moteado de constantes episodios bélicos, que bastan para perturbar el suministro petrolífero.

Haciendo el balance resulta que Rusia obtiene como consecuencia de la victoria israelí la cesación del statu quo, que en el episodio de Suez había defendido Estados Unidos, y en el que no se hace necesaria su intervención directa para proteger su abastecimiento. Consigue al mismo tiempo el traspaso de la conducción del mundo árabe a manos mucho más afines con las suyas, Siria e Irak, y la deseada radicalización del mundo árabe como consecuencia necesaria. En cambio, Estados Unidos tiene que asistir a la ruptura del statu quo y a todos los efectos que se acaban de señalar que benefician a Rusia.

¿Qué gana, en cambio, con el triunfo israelí, que si bien amplía el enclave, subordina la política de Estados Unidos a la de este pequeño estado que lo arrastra a una situación que Estados Unidos no busca ni desea, como sería el tener que actuar directamente frente a las conmociones que se producen en el mundo árabe? El comando israelí apreció debidamente la situación. No sólo operó con rápida eficacia en la acción guerrera. También lo hizo en la acción política impidiendo con su rapidez la intervención apaciguadora de Estados Unidos, que resultó tan sorprendido como Nasser. Anotemos: entre los errores de Nasser que hay que sumar al "bluff" mal jugado sus declaraciones sobre la intervención de la aviación norteamericana e inglesa, que nada confirma, y que por el contrario ha servido aún más para debutar su prestigio.

Hay un episodio que la información telegráfica ha terminado por apagar y que sin embargo, tiene mucha importancia para la apreciación de los hechos. ¿Cómo se explica el vigoroso ataque a una unidad naval norteamericana donde se produjeron 30 muertos por la fuerza aérea israelí? La confusión es inadmisible, pues no pudo creer el comando israelí que se trataba de una nave egipcia de tal porte y que Egipto no tiene. Además el ataque fue continuado hasta el desmantelamiento de la nave. Pero todo se comprende a la luz de las versiones que identifican la nave norteamericana como un centro de comunicaciones emplazado precisamente para que los Estados Unidos pudieran actuar con rapidez en la emergencia, impidiendo que el juego israelí saliera de sus manos.

El C.I.A. ha noticiado que no se trata de un crucero sino del Liberty, nave supuestamente dedicada a estudios oceanógraficos que en su oportunidad anduvo en el Atlántico Sur. En realidad es un centro de comunicaciones dependiente del C.I.A. y al destruir sus medios el comando israelí se aseguró el tiempo necesario para evitar toda intervención mediadora de los Estados Unidos y de su flota marítima y aérea del Mediterráneo, pero especialmente evitó lo que en términos técnicos llaman el "jamming", que consiste en interferir comunicaciones mezclándolas, en una operación en que ha sido fundamental, según los datos suministrados, el sistema de comunicaciones entre las unidades motorizadas israelíes dirigidas por un gran especialista, Rabin. Así resulta inexacta la afirmación de Nasser de la intervención norteamericana en favor de los israelíes cuando el comando de éstos actuó precisamente con suma eficacia y con una desaprensión verdaderamente germánica, valga la humorada, para evitar la neutralización prosemita de los Estados Unidos. En este caso los semitas son los árabes, particularmente los árabes palestinos que en realidad no descienden de árabes sino de los campesinos judíos que permanecieron en Palestina después de la Diáspora, y que oportunamente se romanizaron, y luego se arabizaron.

Pero esta es otra historia que sería muy útil para poner en su lugar el disparateo racista.

Así la operación israelí cumple dos objetivos con toda eficacia: uno guerrero, que consiste en el aniquilamiento de su adversario. Otro político, que consiste en impedir la intervención del tercero que puede malograr aquél. Se ha visto que Rusia, tras la derrota de su ahijado árabe, gana posición en Medio Oriente, en cuanto la pierde Estados Unidos; también resulta claro que el ahijado de Estados Unidos juega su propia política al margen de su padrino, y contra la estrategia del mismo.

Arriesgadísima operación que revela en el comando israelí un conocimiento perfecto de la debilidad de Estados Unidos. ¿Cuál es la debilidad de Estados Unidos? Que por razones de política interna ni Johnson en particular, dentro del Partido Demócrata, ni los demócratas en conjunto, ni tampoco los republicanos pueden en este momento aplicar la política internacional de sus conveniencias, que es decir el restablecimiento del statu quo, pues hacerlo los llevaría a aparecer como amparando a los árabes, en cuyo caso quien condujera esa política sería electoralmente derrotado por la gravitación que la causa judía tiene dentro de los Estados Unidos a través de la prensa, el dinero y la colectividad israelita.

Es una situación parecida a la que Rusia tiene dentro de la estructura política de su partido internacional, el común que como consecuencia de este conflicto sufre la mayor de su historia. Con todo, Rusia ha jugado la carta, carta que sólo es posible con una unidad de conducción monolítica como la que emplea en su política internacional y que le permite perder contingentemente en unos aspectos para ganar en otros más permanentes. Estados Unidos no puede hacer lo mismo y esta es la dramática situación a que se ve abocado su gobierno. Tímidamente Johnson trata de ir paulatinamente restablecimiento de la anterior situación, pero no le será posible porque a su vez tiene que cuidar su situación electoral y las fuerzas internas que lo determinan y en las cuales gravita decisivamente la proyección norteamericana del Estado Israelí.

De tal manera, el coloso del Norte pierde el papel con director en el Cercano Oriente, que pasa a manos de la pequeña República de Israel, que no se resigna a funcionar como simple enclave de emergencia. Los acontecimientos tendrán que llevar a los Estados Unidos, no pudiendo retornar al statu quo, a tener que jugar detrás de la pequeña nación. Interesante experiencia que nos revela cómo una pequeña nación, jugando inteligentemente sobre las debilidades de un gran imperio, aprovechando las coyunturas, puede conducir a éste a servir su propia política. ¿Aprenderemos nosotros alguna vez a jugar nuestras cartas?

Estas reflexiones nos sirven para mostrar cómo una concepción nacional de la política permite a las pequeñas naciones utilizar las coyunturas de fricción para jugar su propio juego.

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